El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 18 de octubre de 2010

Cumple en Bogotá

Unas caras para Daniel

Mas caras

Mi hermano y mis sobrinos

Con invitada a bordo

Partiendo un bizcocho


Repartiendo...

Con mis sobrinos

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