El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

domingo, 30 de enero de 2011

PRIMER ENCUENTRO DEPARTAMENTAL ARTES PLÁSTICAS Y VISUALES BOYACÁ 2008


En el marco del Festival Internacional de la Cultura, fui invitado a ser jurado, este es el texto que escribí para el catálogo:


El arte se ha constituido en elemento determinante para que las sociedades se construyan y se analicen desde ópticas diversas, su función como catalizador y como constructor de identidades culturales le han dado un papel importante en la integración comunitaria, constituyéndose en el contenedor de las memorias e imaginarios colectivos y en el motor que resignifica lo patrimonial, el lenguaje y la cotidianidad.

Por ello su enseñanza y divulgación se constituye en una factor esencial para la construcción de los tejidos que consolidan la red social y fortalecen la convivencia ciudadana, generando acciones y mecanismos que vinculan a las comunidades a ser participes de la recuperación de los espacios colectivos cargándolos de nuevos significados y Lenguajes.

Las acciones resultantes de los eventos como el que nos congrega, en el que se vincula a las comunidades, se deben constituir en elementos de transformación social, y más aún cuando a través de estos se pretende construir públicos en la reflexión y el análisis del quehacer artístico y cultural del departamento, porque a través de ellos estamos permitiendo la visualización de los artistas, el reconocimiento de la pluriculturalidad y del otro, propiciando una mirada en torno a las artes y a las manifestaciones sensibles.

La formación de públicos es la tarea constante del quehacer artístico, no solo se debe interactuar con ellos como espectadores pasivos, sino como parte esencial y vital de ras manifestaciones, pues muchas de ellas reflejan las realidades y sentires de su cotidianidad.

Los artistas y el público constituyen ese binomio multiplicador que se encargará de darle sostenibilidad y continuidad a los espacios culturales, fortaleciéndolos y a su vez construyéndoles nuevas lecturas que puedan dar cuenta de la diversidad de intereses y de mundos insertos en la sociedad. Como elemento dinamizador y animador sociocultural cada individuo se inscribe como un potencial multiplicador que en su papel de reeditor será parte indispensable y fundamental de la construcción y sostenibilidad del tejido social. Por ello es loable y de admirar la entrega y dedicación de Carlos Carreño para que este proceso que ahora comienza se convierta en la gran vitrina del arte boyacense, y con el respaldo que ha dado la Gobernación de Boyacá a este proceso se logre articular a todas nuestras regiones, incentivando por medio de Becas de Creación a artistas y artesanos, quienes durante décadas le han dado tantos frutos y prestigio a nuestra hermosa tierra.

El arte contemporáneo nos trae lenguajes y miradas que van desde la resignificación del oficio de pintar hasta las estéticas expandidas, es decir darle un carácter artístico a esos espacios que forman parte de nuestra cotidianidad y por los cuales pasamos sin darnos cuenta o detallarnos de lo que poseen. Además de eso el uso de la imagen de video, de la fotografía digital y del ordenador o los lenguajes emanados de estos traducidos a términos plásticos.

Múltiples y variadas son las formas en que el artista se está apropiando de su entorno para hacerlo estético y de paso dar cuenta de su realidad, pero solo con exposiciones y eventos como estos y por medio de la confrontación conceptual y académica podremos llegar a superar las deficiencias presentes en el hacer artístico, pues este ha sido una de las debilidades observadas en las obras de esta muestra, facturas que contradicen lo presupuestado y mayor compromiso con una profesión que requiere pulcritud y contundencia en su desarrollo.

Anima después de tantos años sin estar al tanto del arte boyacense observar que el potencial es grande, pero solo superaremos nuestras deficiencias cuando aunemos nuestras voluntades en torno a un solo objetivo, el Arte Boyacense.

Josué Carantón Sánchez

Magister en Historia del Arte

jueves, 27 de enero de 2011

Programa sobre Coetzee

John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 9 de febrero de 1940), es un escritor nacido en Sudáfrica pero nacionalizado y residente en Australia, que fue galardonado en 2003 con el Premio Nobel de Literatura.

La figura del escritor. «Lo han dejado a él solo con todos los pensamientos. ¿Cómo los guardará todos en su cabeza, todos los libros, toda la gente, todas las historias? Y si él no los recuerda, ¿quién lo hará?». Infancia y Juventud son dos libros aparte, aunque sólo hasta cierto punto. Son libros sin duda autobiográficos, pero igualmente podrían ser novelas. De hecho la lectura que concitan es más la de una novela que la de una biografía. Y aquí reside también el arte de Coetzee, en hacer de las escenas de la vida de un niño de provincias, o de un adolescente en Londres, arquetipos de la infancia y juventud en medio de ninguna parte, por utilizar ese tan explícito y exacto título de otro de sus libros. Podríamos decir que sus personajes no vienen de ninguna parte, no van a ninguna parte, y están en medio de ninguna parte. Tal vez como todos nosotros. Quiere escribir, sólo quiere escribir, piensa que sólo sirve para eso: «Escribes precisamente porque estuviste solo en tu infancia, porque no tuviste amor (...) No escribimos gracias a la plenitud, quiere decirle; escribimos gracias a la angustia, a la carencia» (El maestro de Petersburgo). Esta idea se ha convertido casi en un artículo de fe de las razones del escritor, y sin duda es aplicable a muchos de ellos. ¿A la mayoría? Es una idea que tiene también una expresión política. Bajo las dictaduras, en los periodos de opresión política, la literatura suele florecer. «En las culturas con censura, donde todo el mundo vive una doble vida -de mentiras y verdades-, la literatura se convierte en un modo de preservar la vida, ofreciendo a la gente un resto de verdad a que aferrarse», escribe Philip Roth en un diálogo con Ivan Klima a propósito de Checoslovaquia. Parece que quienes mejor saben hablar de la libertad son aquellos que la han perdido. Sin embargo no conviene generalizar, pues corremos el riesgo de ver la literatura como una anomalía, o como el producto de una situación anómala si se prefiere, entendiendo, naturalmente, la privación de libertad y la soledad del hombre como algo contrario a su naturaleza.

Coetzee no es un novelista sobrio, con una concepción dramática de la novela. En sus novelas no hay nada superfluo, todo está en su sitio, pensado, calculado de antemano. Cualquier detalle de la acción, cualquier palabra aparentemente casual o sin sentido, encuentran unas páginas más adelante su justificación. Los sueños de los personajes están construidos como los nuestros, con fragmentos de nuestra vida pasada, de nuestra memoria, con insignificantes y anodinos acontecimientos diurnos, y su simbolismo no escapa al lector atento. Hasta sus propios personajes han aprendido que una palabra o una frase, además de su sentido inmediato, sentido que no puede ser más que el de una conversación social sin más pretensiones, siempre tiene otro más remoto, un sentido futuro por así decirlo. Cuando Mijailovich está hablando con Anna Sergeyevna, esta dice en un momento de la conversación: «Todo lleva su tiempo». Frase anodina y trivial donde las haya. Sin embargo Mijailovich piensa: «Aunque no haya causa que lo explique, lee en este comentario un doble sentido». Y naturalmente lo tiene. No hay más que esperar.

Los personajes de Coetzee sonríen poco, y cuando lo hacen, lo hacen en circunstancias extrañas. «Cuando se apagan todas las luces sonrío en la oscuridad», escribe Magda. Yo creo que lloran más, sin motivo. Claro que esto es un decir, pues toda su vida es un motivo. «Hasta la fecha me he ahorrado el llanto, pero cada cosa tiene su sitio y su momento oportuno; estoy segura de que un día llegará la hora de llorar», dice la misma Magda. Y cuando las protagonistas son mujeres, parece obligado que salga algún espejo en algún momento del relato. Susan Barton encuentra uno en casa de Foe y lo vende, no sólo por necesidad, sino también para no tener que verse en él. También Magda se mira en el espejo heredado de su madre, cosa que no le produce evidentemente ningún placer. El espejo es un espejo del tiempo, como también el desierto y la desolación, dos imágenes, o tal vez sea una sola, siempre presentes en las novelas de Coetzee. Unas veces es el desierto africano de su infancia, otras la desolación urbana de su juventud, y la mayoría desierto y desolación en los corazones de los personajes que pueblan sus novelas. Y en medio de todo esto la condición de náufrago. Obvia en Foe, no sólo en la isla sino también en Inglaterra, y no tan obvia en el espléndido y estremecedor final de En medio de ninguna parte. No tan obvia para una mirada indiferente, para una mirada que no ve o no sabe interpretar las señales. Porque las novelas de Coetzee están llenas de señales. La condición de náufrago es algo más que soledad. El mundo está lleno de náufragos como está lleno de naufragios. Para Coetzee el naufragio es algo más que una metáfora. O algo menos. «Somos los náufragos de Dios, tal como somos los náufragos de la historia». Ahora Coetzee no está hablando de la humanidad, evidentemente. Está hablando de Sudáfrica. Lo que pasa en un lugar como Sudáfrica, está pasando también en otras partes del mundo, ha pasado en otras partes del mundo, pasará en otras partes del mundo. Ningún lugar ya está libre, protegido, ningún lugar es seguro. Por eso los libros de Coetzee, se lean donde se lean, estremecen. Los comprendemos demasiado bien.

viernes, 14 de enero de 2011

Un paseo por Llanogrande












San Antonio de Pereira


El panorama
Faltó el secretario de cultura del municipio
La capilla
Pepe el aseador



El templo de Niezstche

El pensador avergonzado por el espectáculo dado
Esperando el Almuerzo
Hilderboy pendiente
Un café para Camilo
Una roncada muy dialogada
Lo suyo es el ciclismo no el automovilismo
Por fin vi la casa de día
Un poco de sol
más dialogo
Whisky y agua
Más gusqui y gielo
Una carne y un chorizo
Viaje interplanetario del selenita
Aguardando a Jupiter
Barriga llena y corazón contento
El asador ya todo está listo
El primero
Las indicaciones
El lector arrecho
El culpable de la demora

miércoles, 12 de enero de 2011

A LA LUZ DE UN CAFÉ Y DOS HORAS DE ESPERA

A LA LUZ DE UN CAFÉ Y DOS HORAS DE ESPERA

Dicen mis amigos que “los pillos siempre cogen las mejores”, y hoy sentado en una cafetería de uno de los sitios más concurridos de Medellín, me di a la tarea de observar mientras, como cosa extraña, espero a que alguien llegue a una cita. Parado en la entrada del pasaje Camino Real, consumiendo un cigarrillo, detallo o como dicen en estas tierras, reparo en las personas que sentadas en los escalones esperan.

Por su ubicación, es uno de los lugares de encuentro favoritos de los moradores de la ciudad, al ser punto equidistante de las rutas de buses, el metro y relativamente cercano a todo lo que se vaya a hacer en el centro. Como todo lugar de paso, el sitio y sus trayectos se convierten, especialmente, en horas de la tarde en foco de una amalgama de especímenes de todos los calibres y pelambres.

Puedo comprobar a simple vista y sin mucho tiempo de dedicación que lo que afirman mis amigos tiene algo de verdad. Veo la joven hermosa con su cuerpo escultural, sus medidas, a simple vista, de mi completo agrado, tomada de la mano de un tipo con cara de tener a más de un muñeco a las espaldas. Observo la niña que no pasa de dieciséis años abrazada a un personaje con una barriga cervecera, alumbrando con sus camisetas metalizadas, sus tenis rechinantes y sus estridentes colores y loliando en las vitrinas de los almacenes.

En otro lugar una muchacha con jeans ajustados, camiseta que le cuelga de un hombro, el otro hombro muestra la tira del brassier, lleva un maquillaje que le satura los pómulos de un rojo carmín intenso, y calza unas botas que le llegan a la rodilla, saluda a un tipo en bermudas, gorra y chancletas que la besa con brusquedad y luego la arrastra de la mano por el centro comercial. Una joven madre con su pequeño hijo, que no debe tener más de tres años, es acompañada por su madre, la abuela del pequeño y quien es realmente quien lo ha criado. Mientras ella, la madre observa en las tiendas de ropa, las cosas que le pedirá a su novio, que no es el papá de la criatura.

También deambulan dos amigas con pantalones ajustados, las blusas tratando de sostenerse, de no sé dónde, para no caerse de los seños. Sus pequeños morrales de colores pastel pegados a la teta derecha, y comentando socarronamente el piropo que les acaba de hacer un hombre, luego una de ellas se devuelve e intercambia dos o tres frases con el susodicho, se acercan a la otra que poniendo cara angelical y de total inocencia hace bucles con su cabello, luego de una corta conversación, los tres se pierden entre la multitud. El panorama también revela gente que se observa de reojo y a punta de señales concertan citas posteriores.

Mierda llevo media hora escribiendo y nada que aparece mi cita.

Una mujer con tenis rosados, camiseta rosada, falda de jean y gafas oscuras en el cabello me observa mientras escribo, al levantar la mirada, me sonríe y sigue. Los colores envuelven la multiplicidad de formas y cuerpos, y cada vez llega más gente que espera, los miro, las miro y me pregunto si realmente lo que dicen mis amigos tiene fundamentos.

Que estas jóvenes, adolescentes o niñas sean las mujeres, amantes, novias o mozas de estos personajes lo veo más como una forma interesada de subsistencia, sexo por dinero, que es otra forma de prostitución muy parecida, a la de otros estratos donde ciertos profesionales se casan para mejorar su estatus o en su defecto es solo un instinto de conservación. Sabemos que los nuevos amos de los distintos sectores, lo segundo que hacen después de apoderarse del territorio es apropiarse, de las chimbitas del sector. Así que la polla que no acceda a los requerimientos sexuales del patrón se va a ver en problemas, incluyendo su familia. Luego del acceso carnal consentido, los nuevos señores se convierten en sus protectores, mecenas y en el padre de uno de sus hijos. Razón por la cual se pasean orondas por los centros comerciales, ya que a su cuerpo les ha dado un estatus distinto frente a las demás hembras de la comuna, todo esto debe ser aprovechado al máximo mientras el individuo es asesinado, porque luego tendrán que buscar ser objeto de deseo del nuevo jefe.

Estas féminas cuando se enamoran son capaces de hacer lo que sea para conservar a su lado a su macho. Por estos lares la imagen paterna, o no se conoce o muchas veces parece un adorno o en otros casos no ha sido un referente importante, especialmente en los sectores que se denominan como vulnerables. Por eso no es extraño verlas trabajar en los burdeles y zonas de tolerancia, siendo sus propias parejas sentimentales, los chulos que manejan el negocio y de paso las cuidan, para que no anden en malos pasos.

En su gran mayoría están repitiendo el modelo generacional, como mínimo la abuela quedó embarazada de la madre rondando los quince años, a ésta le sucedió lo mismo y ahora a la princesa, como la de Serrat, está pasando por las mismas. Los padres nunca estuvieron ni estarán, los ciclos se repiten. Abuelas que crían a sus nietos y nietas, parece ser el precio a pagar.

Conocedoras y bien informadas del precio que tienen sus virginales y naturales cuerpos en el mercado del gusto mafioso, son ofertadas, cada vez, a menor edad a los postores de turno, obviamente con la venia y el beneplácito de sus adorables madres, quienes las comenzaron a vestir en formas sugestivas antes de los diez años. Desconozco el precio actual de un virgo en el bajo mundo del hampa aceptada socialmente, o si no lo pondría, nunca se sabe quién tenga una necesidad.

Sus mentes y sus cuerpos son alimentados por los conceptos, ideas y principios emanados de la televisión. Tratan por eso en que sus ideales de belleza y estética los determinen sus ídolos locales. Lobas como Shakira, alguna presentadora de programa de variedades o en su defecto de una actriz con muchos noviazgos y matrimonios en su haber, ya que lo único que les importa es que el man que se coman… esté bueno.

Son mentes dóciles y manipulables por marcas y lugares de moda, se deslumbran con los espejitos y las lentejuelas como cualquier primate; en sus cocos vacíos retumban ecos, su ordinariez se refleja luego de unos guaros y cuando piden arepa para acompañar cualquier plato, y en la medida de lo posible, que siempre sean fríjoles.

Cuando Andrés arriba a la cita, con casi dos horas de retardo, estoy terminando mis reflexiones y sin saludarlo sólo atino a decirle, señalándole el trasero de una muchacha: mi queridísimo amigo lamento contradecirlo, esas no son las mejores, pueden estar buenas a simple vista, pero ni para tirar creo que sirven, pues su primera vez casi siempre fue una violación, lo que por lógica les ha traído más de un trauma y luego con sus respectivos amantes han fingido los orgasmos para no perder las prebendas y mantenerlos encoñados.

Andrés extrañado solo dice: Siento llegar tan tarde. ¿De qué me perdí?