El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 22 de noviembre de 2010

por ahí

Exposición de John Jader En la Biblioteca de la UdeA
Falo precolombino enviado por Luchito

La tumba de Frank Kafka


Propuesta de tracción boyacense

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