Días de Matinal
Unas papitas, palomitas con caramelo, Kolcana, una barra de dulces de cristal, chocolatina Jet que se comienza a derretir, estar cogidos de la mano con los hermanos. El mayor siempre adelante, el menor haciendo fila tres horas antes. Ese soy yo. Esperar, desconocer la historia, comer la barra de Charms, saber que estar frente al teatro es el premio por el buen comportamiento en la casa y en el colegio durante la semana, esta recompensa no requiere de avisos de WANTED, pues son solo algunas de las particularidades del cine que vimos.
Desde que María esperó a Efraín en una hacienda del Valle, pasando por el Gran Hotel donde se bailó el bolero de Raquel, porque ahí estaba el detalle para ser un caballero a la medida, un quijote sin manchas, un bombero atómico y un patrullero para terminar siendo don Mario Moreno. Cine con dos criados malcriados, un karateka azteca o un cura de locura, con Viruta y Capulina, con una flor silvestre que estaba enamorada cuando nosotros los pobres y a la sombra de un caudillo, cantábamos la cucaracha, entonces olvidados decidimos irnos con Pacho Villa, creando una familia de tantas en un lugar sin límites.
Siguió todo el spaguetti western y sus matones buenos, malos y feos, con los cuatro del Apocalipsis y los del Ave María, sumados a Ringo, Django y Sartana quienes por un puñado de dólares le ponían precio a la muerte y buscaban a los malos, vivos o muertos, aunque ellos siempre preferían entregarlos muertos. Mientras en otros cines se aseguraba que las colegialas pecaban, amaban pero no mostraban nada frente a las cámaras y la sugerente Silvia Kristel, nos dejaba más de una noche sin dormir.
Todo esto se mezclaba con historietas dibujadas como Kaliman, Arandú, con fotonovelas y con libros que comenzaban a llegar, muchos de ellos de forma clandestina, no porque hicieran parte del Malleus Maleficarum sino porque no eran de fácil acceso en el proceso de ingreso a la modernidad tardía, entonces este nuevo conocimiento nos llevó a saber que existían unos señores famosos que hacían del cine algo que se llamaba arte, cosa que aún hoy no sabemos qué es.
Conocimos a Chaplin, a Buster Keaton, a los hermanos Marx, que siempre pensamos que eran los hijos de Karl. A un señor gordo llamado Orson Wells quien a través de la radio había aterrorizado con una invasión extraterrestre a todo un país, y a un mago del suspenso, un hombre que sabía demasiado de los pájaros y de ventanas indiscretas que con cierta psicosis siempre nos generaban vértigo.
A unos europeos que decían que la vida es dulce y en la que se podía hacer una gran comilona, para luego en un eclipse rojo tener un baile en la ciudad abierta de Roma.
Otros desde el vestidor nos mostraban la infancia de un niño, y nos decían que todo es tan lejos y a la vez tan cerca, y que si no entendíamos esto podríamos tener la ira de Dios. Además de que el rojo, el blanco y el azul no solo eran colores sino también películas, y que después de 400 golpes siempre hay gritos y susurros y que por culpa del satiricón que hizo un Casanova hubo una muerte en Venecia.
Alguien nos dijo que en la strada se la pasa un ladrón de bicicletas y que deambulan hombres sin pasado y mujeres al borde de un ataque de nervios. Que los amantes del círculo polar saben que no obstante los secretos y las mentiras, existe un lado oscuro del corazón. Y que para saber el título de las películas que uno desea exhibir en un cine foro del proyecto de comunidad lectora, siempre existirá el proceso y la lista, porque en Colombia soñar no cuesta nada, ya que todos quieren ser millonarios si tienen una American Visa, y no obstante la Babel lingüística que esto genera, la vida secreta de las palabras y al letrero que dice: “No se lo digas a nadie”, se lo podemos decir a ella; a la mujer de mi hermano y a tu mamá, también.
Muy a pesar de los amores perros, muchos aseguran que la vida es bella y parece un cinema en el paraíso, mientras ellas bailan solas un Habana Blues en un Olimpo que aquí no es sino un garaje de desaparecidos.
Todo puede pasar por estas mágicas imágenes, todo, incluso pueden servir de disculpa para escribir un texto junto a mi vecino Totoro y a la princesa Mononoke, quienes de la mano de Hayao Miyazaki y las trillizas de Belleville nos pueden llevar a descubrir antes del amanecer y antes del atardecer que el cine es una opción para aprender y conocer la diversidad del mundo que nos rodea.
Unas papitas, palomitas con caramelo, Kolcana, una barra de dulces de cristal, chocolatina Jet que se comienza a derretir, estar cogidos de la mano con los hermanos. El mayor siempre adelante, el menor haciendo fila tres horas antes. Ese soy yo. Esperar, desconocer la historia, comer la barra de Charms, saber que estar frente al teatro es el premio por el buen comportamiento en la casa y en el colegio durante la semana, esta recompensa no requiere de avisos de WANTED, pues son solo algunas de las particularidades del cine que vimos.
Desde que María esperó a Efraín en una hacienda del Valle, pasando por el Gran Hotel donde se bailó el bolero de Raquel, porque ahí estaba el detalle para ser un caballero a la medida, un quijote sin manchas, un bombero atómico y un patrullero para terminar siendo don Mario Moreno. Cine con dos criados malcriados, un karateka azteca o un cura de locura, con Viruta y Capulina, con una flor silvestre que estaba enamorada cuando nosotros los pobres y a la sombra de un caudillo, cantábamos la cucaracha, entonces olvidados decidimos irnos con Pacho Villa, creando una familia de tantas en un lugar sin límites.
Siguió todo el spaguetti western y sus matones buenos, malos y feos, con los cuatro del Apocalipsis y los del Ave María, sumados a Ringo, Django y Sartana quienes por un puñado de dólares le ponían precio a la muerte y buscaban a los malos, vivos o muertos, aunque ellos siempre preferían entregarlos muertos. Mientras en otros cines se aseguraba que las colegialas pecaban, amaban pero no mostraban nada frente a las cámaras y la sugerente Silvia Kristel, nos dejaba más de una noche sin dormir.
Todo esto se mezclaba con historietas dibujadas como Kaliman, Arandú, con fotonovelas y con libros que comenzaban a llegar, muchos de ellos de forma clandestina, no porque hicieran parte del Malleus Maleficarum sino porque no eran de fácil acceso en el proceso de ingreso a la modernidad tardía, entonces este nuevo conocimiento nos llevó a saber que existían unos señores famosos que hacían del cine algo que se llamaba arte, cosa que aún hoy no sabemos qué es.
Conocimos a Chaplin, a Buster Keaton, a los hermanos Marx, que siempre pensamos que eran los hijos de Karl. A un señor gordo llamado Orson Wells quien a través de la radio había aterrorizado con una invasión extraterrestre a todo un país, y a un mago del suspenso, un hombre que sabía demasiado de los pájaros y de ventanas indiscretas que con cierta psicosis siempre nos generaban vértigo.
A unos europeos que decían que la vida es dulce y en la que se podía hacer una gran comilona, para luego en un eclipse rojo tener un baile en la ciudad abierta de Roma.
Otros desde el vestidor nos mostraban la infancia de un niño, y nos decían que todo es tan lejos y a la vez tan cerca, y que si no entendíamos esto podríamos tener la ira de Dios. Además de que el rojo, el blanco y el azul no solo eran colores sino también películas, y que después de 400 golpes siempre hay gritos y susurros y que por culpa del satiricón que hizo un Casanova hubo una muerte en Venecia.
Alguien nos dijo que en la strada se la pasa un ladrón de bicicletas y que deambulan hombres sin pasado y mujeres al borde de un ataque de nervios. Que los amantes del círculo polar saben que no obstante los secretos y las mentiras, existe un lado oscuro del corazón. Y que para saber el título de las películas que uno desea exhibir en un cine foro del proyecto de comunidad lectora, siempre existirá el proceso y la lista, porque en Colombia soñar no cuesta nada, ya que todos quieren ser millonarios si tienen una American Visa, y no obstante la Babel lingüística que esto genera, la vida secreta de las palabras y al letrero que dice: “No se lo digas a nadie”, se lo podemos decir a ella; a la mujer de mi hermano y a tu mamá, también.
Muy a pesar de los amores perros, muchos aseguran que la vida es bella y parece un cinema en el paraíso, mientras ellas bailan solas un Habana Blues en un Olimpo que aquí no es sino un garaje de desaparecidos.
Todo puede pasar por estas mágicas imágenes, todo, incluso pueden servir de disculpa para escribir un texto junto a mi vecino Totoro y a la princesa Mononoke, quienes de la mano de Hayao Miyazaki y las trillizas de Belleville nos pueden llevar a descubrir antes del amanecer y antes del atardecer que el cine es una opción para aprender y conocer la diversidad del mundo que nos rodea.
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