El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 23 de agosto de 2010

RECUERDOS DE URABÁ





1 comentario:

Anónimo dijo...

Nada como un descasito en estos paraísos de nuestra tierra.