Verde por todos lados. Impresión errónea al confundir el verde del plástico de las obras en la vía. Zigzagueante recorrido desde el aeropuerto. Troneras, huecos y fango. Neuróticos y egoístas conductores hacen sus lentos trayectos maldiciendo. El taxista culpa al Alcalde y reniega de haber votado por él. Las largas filas de automóviles hacen un trencito de montaña rusa. Se debe pagar una bonificación para que un individuo con pinta de bandido haga su trabajo, acá los llaman taxistas. Hermoso recorrido de hora y veinte minutos por esta bombardeada ciudad, Beirut en sus días de guerra se veía mejor. No se permite fumar, pero si tragarse esa puta contaminación visual, automovilística y estética, con sus gasolinas biodegradantes y sus deseos de tener un cadáver perfecto y saludable. Ciudad que hiede. Ladrones al acecho y malicia rondando. Interminables colas para pagar servicios e impuestos para que los burgomaestres de turno se los roben. Gente poco servicial y amable, el efecto o taimadez muísca en todo su furor, cómo joder al otro y parecer una santa oveja, muy al estilo de los dilectos paisanos cuatromanos. La ciudad de las oportunidades, pero oportunidad de sentirse en un pueblo grande, feo y lleno de individuos que se creen haber nacido por selección genética y que no voltean a mirar o no tienen tiempo, por sus “multiples” compromisos, de ver la miseria mental y humana en la que viven o ¿sobreviven? Lugar que hasta una Chichería la quieren volver un Pub. Restaurantes Gourmet´s con precios narcotizados luego de la narcodictadura. Silencios y ensimismamientos. Tierra de nadie, por eso a nadie le importa desde la época del Zipa. Bacatá cuyo nombre literalmente significa "territorio del convite o la minga (trabajo colectivo) de Dios", se ha perfeccionado y resemantizado en “territorio para el convite y el robo colectivo en nombre del señor”. No se sabe cual señor, ¿será acaso el de turno? Crecimiento demográfico exponencial con la calidad de miseria que ofrece a sus habitantes y visitantes. Llena de soñadores y utópicos que Tomás Moro llamaría ilusos. Ciudad de batallas ignoradas como diría René Pérez. Ciudad de la que todos quieren salir cuando tienen oportunidad, incluso esa es la mejor oportunidad. Y eso fue lo que hice, salir de ella.
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