El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El Tintero de Tinjacá


El patrón
La sala del tintero
Ivan David se comió la tabla de quesos

Con un japonés hablando de Miyazaki

La iglesia de Tinjacá

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