El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Plaza de mercado de Chiquinquirá



Monumento a la virgen de Chiquinquirá

La estación del tren

Una buena papa no podía faltar

Agraz para la tartaleta

Ajo criollo, que sabor...

Una caja de mango para el jugo

Cebolla larga de verdad

El gran damnificado

Mercado

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