El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 18 de enero de 2010

El seductor

Las tardes en la universidad pasaban sin muchos sobresaltos, especialmente los lunes, en los que aún en los labios quedaban los restos de los intensos fines de semana, llenos de sexo, drogas y alcohol que pasábamos. El martes se iba en un dos por tres, porque en la tarde ya estábamos pensando en hacer una "vaca" para comprar ron o whisky, que nos permitiera soportar las clases teóricas y los talleres que tomábamos en la facultad.
Desde ese martes ya nada fue igual, pues cuando salí a comprar una nueva soda para bajar el ron, me encontré de frente con ella en la cafetería, los rones me dieron el valor para volver a hablarle, después de nuestra mal llamada relación, e invitarla a tomar un trago.
En tono desafiante pidió una coca cola cuando supo que lo que estábamos bebiendo era ron. Cuando le dije que esa mezcla era el trago de las putas, me respondió,
-Por eso-.

No le di, en ese momento, a sus palabras ningún valor, solo reí con una carcajada que retumbó por el corredor. Ya en el taller, una nueva "vaca" se hizo para comprar otra botella, pero resultó dinero para comprar dos botellas y media. Ese día hicimos fiesta clandestina, ya que el profe no había llegado, y no recuerdo porque razón.

Entre pinceladas entonadas con licor, dedicamos buena parte de la tarde a cumplir con los "deberes de pintar cuadros", hasta que la charla y los comentarios de quienes estamos allí, nos reunió en la mesa que estaba en el centro del taller. Entre los tragos las parejas se fueron conformando y la oscuridad que comenzaba a envolver el espacio fue justificación para no encender las luces. Cerrar la puerta fue la primera acción cómplice entre los que estábamos en ese lugar.

Mis intenciones con Mónica no eran precisamente las de un noviecito que solo desea volver a morbosearla, hacía tiempo que le tenía nuevas ganas,
y dije como pregona Serrat, se debe pasar al personal por las armas.
Así que me acerqué y comencé a besarle el cuello, ella al principio dejó que yo incluso le mandara la mano a sus senos y le cogiera los pezones con los dedos, sin que ella dijera nada. Pero sus intenciones conmigo no eran las mismas. Y entonces comprendí que lo que dijo en la cafetería había sido un juego de palabras.

Ante este primer intento errado, decidí como buen cazador, observar que otra compañera estaba sola y disponible y vi que en el fondo del taller estaban Clara y Sofía chismosean sobre las parejitas que veían. Me acerqué con una de las botellas de ron y les serví un trago y brindamos, por no se que cosa. Clara se paró y me dejó con Sofía y cuando se retiraba me dijo al oído:
-Cáele-
Ante esta motivación y complicidad que mi espontánea Celestina me hacía, procedí a sentarme al lado de Sofía y comenzamos a hablar y sin pensarlo dos veces motivado por el licor, le dije que me gustaría hacerle el amor esa noche y que si ella quería nos podríamos ir para un motel cerca de la U.
Sofía sonrió y me dice:-listo, hacéle, me avisas cuando quieras que nos vayamos-.

Relajado y con el ego satisfecho ante la rapidez y efectividad por la conquista realizada, abracé a Sofía por la espalda, y nos pusimos a observar el fondo del salón donde contra unas mesas Luís Carlos y Viviana se manoseaban y se besaban de una manera tal, que alguien gritó:
-págale pieza-.
La carcajada no se hizo esperar y todos voltearon a mirar la expresión de los sorprendidos.
Luís Carlos dice: -dejen la envidia y hagan lo mismo-

Como sonámbulos que acaban de despertar, todos comenzamos a besarnos con nuestras parejas en una fiesta romana con ropas, luego otra tanda de tragos, le aumentó la temperatura a aquellos cuerpos que en su juventud y vitalidad no requerían de controles ni de censuras.
Sofía aferrada a mi cuello me dice, -Vámonos ya-,
y le respondí, -Espera y salimos en grupo para tomarnos una polita en Bantú-.

Pedro me pregunta que si me voy a ir con Mónica, pues de lo contraria, él también se la quiere rumbear, igual pregunta me hace Henry, pues ella ha sido un gustico que se tiene guardado.
Les respondo que no y que no se dónde se ha metida.
Volteo y le pregunto a Sofía por ella, y con un gesto burlón me dice en voz baja:
-Está atrás con Clara-
- ¿Por qué crees que me voy a acostar contigo?, Clara no quería que le estropearas la noche con Mónica, por eso cuadramos con ella para que yo me fuera con vos y no por otra cosa-.
Mientras todos se habían quedado observando como Mónica y Clara se retorcían de placer encima de unos bastidores que habían tirado al piso, formando una improvisada cama,
bajé solo por las escaleras del tercer piso, despacio y desocupando el desechable que había llenado de ron, camino a mi cuarto, donde me esperaba una revista Hustler y una caja de pañuelos desechables.

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