El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 18 de enero de 2010

The road

Cartel de la Película, La carretera


Corman McCarthy

La ausencia es la principal devastación a la que nos lleva el argumento apocalíptico de “La carretera”, esta agonía que en forma lenta nos está llegando, nos muestra sin ninguna consideración la ausencia de humanidad, ausencia de explicaciones, ausencia de toda búsqueda que explique lo que pasó.

Un hombre y un muchacho sin un nombre propio, que pueden ser cualquiera de nosotros caminando hacia el sur, pues como nos lo recordó Benedetti: el sur, también existe.


Una historia llena de incógnitas, donde la incertidumbre nos obliga a suplir con la imaginación aquella parte de la historia que el autor no cuenta. Con lenguaje sobrio, muchas veces sombrío, nos refleja un mundo sin futuro, la lucha por la supervivencia de un padre y su hijo que se encaminan por una carretera que en el fondo no es más que un vestigio de lo que la vida fue antes de la hecatombe y que se convierte en un símbolo muy apropiado para representar la civilización, una historia de supervivencia marcada por el agotamiento, el frío, el hambre y el miedo del padre, al que todavía asaltan recuerdos del mundo colorido que conoció en su niñez, donde la vida es un esfuerzo continuo y conservarla un milagro por la tontería y la maldad que gobiernan los actos humanos y que convierten al hombre en un ser capaz de destruir todo cuanto le rodea.

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