El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 25 de enero de 2010

Tu eres la reina


Tú hija de Ay, fuiste la mujer más bella del reino, todos alababan tu belleza, todos hablaban de ti, pero nadie sabía como eras. Nadie conocía tu rostro ni la forma de tus ojos, nadie. Sólo la tradición oral no dejaba que desaparecíeras de nuestra memoria. Por eso eres y serás la mujer más bella del Antiguo y Moderno Egipto, pero como nada es perfecto, tu vida personal e íntima no fue la más hermosa.

Eras sobrina del faraón Amenhotep, de la XVIII dinastía egipcia y por ello estuviste en palacio con la familia real. Allí conociste al que sería tu marido, al joven Akhenaton, tu primo, quien además era el heredero del faraón.
Pero con el tiempo tu relación se fue estropeando, motivada por la ausencia de un heredero masculino. No le diste sino hijas, aunque las apreciaba, quería un hijo varón. A causa de ello, fuiste relegada en la corte, y sustituida por tu suegra Tiy, quien tuvo una nueva hija con su propio hijo.
Aunque seguiste con él, la relación se fue deteriorando, a consecuencia de la extraña actitud del faraón, que se envolvió en una aureola de misticismo que lo alejó de la realidad del país.

Luego y por segunda vez tu suegra quedó enbarazada, teniendo, por fin, el deseado hijo varón al que llamaron Tutankamon, y esta fue la razón de tu divorcio. Te retiraste a un discreto exilio cercano al delta del Nilo y tu esposo intentó borrar tu memoria de cualquier monumento o documento oficial.
Descompuesto el reino regresaste, pues tu esposo se había abandonado a la locura casi absoluta de su megalomanía y tu pueblo sufría sequías y hambrunas.
Asumiste la regencia mientras tu hijastro Tutankamon era todavía un niño y tu muerte es un misterio, debido a la anarquía que vivia el país.
Lo más doloroso es que tu tumba no ha sido, todavía, encontrada; por fortuna apareció tu retrato para conocerte y disfrutar de tu belleza

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