El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

lunes, 11 de enero de 2010

La mirada


Con sorpresa y perplejidad se miran las cosas que suceden en la vida, parecíera que el horizonte es más lejano que el que pintó Cano y no existiera un hacha para arrasar lo que se encuentre en el camino. Se mira por curiosidad, pero también con la incertidumbre de lo que traerá cada recodo, los sinsabores son tan frecuentes que recuerdo, la historia de Sweig, cuando Vasco Nuñez de Balboa descubre el oceano Pacífico y cuando sólo le resta la última loma en Panamá, vienen a su mente tantos sentimientos encontrados y tantas cosas le pasaron por su cabeza, que vió en un momento perdida la gloria de ser el descubridor de algo que hacía siglos otros habían descubierto.
Una mirada a veces compromete y nos entromete en situaciones no buscadas, una mirada genera malestar, admiración, envidia y casi siempre celos. El rabillo del ojo se torna complice, en el escrutino que hacemos, pues en muchas ocasiones miramos para deleitarnos, pero tambien, para constatar las cosas que no creemos posibles y con ella, estupidamente, construimos ciertas certezas visuales, pero olvidamos que no hay nada que engañe más que los sentidos.
Una mirada a tiempo genera un estado de complicidad cuando existe un gesto en la boca, una mirada se regodea con una obra de arte, con una película o con un baile; pero esas mismas miradas se contaminan con la basura que los medios masivos producen y reproducen en cantidades industriales. Una mirada causa temor y muchas miradas, a veces, producen pánico, sobre todo cuando uno está parado frente a un auditorio.
La mirada acusa, corrige o castiga, la mirada enfoca y dispara, la mirada organiza y controla, una mirada puede estar cargada de sentimientos encontrados y muchas veces, esas miradas, han ocasionado muertes violentas que no permiten que se mire lo mirable...
Esa misma mirada es la que te vio partir el día en que te fuiste.

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