El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

domingo, 10 de enero de 2010

Un parque lleno de deseos

Exposición de Miguel Barceló

Miró el retrato en el blog y se satisfizo por haberla encontrado, no solía conocer gente por este medio, pero la mirada que veía en esa mujer hizo que le preguntara al ver la copa de vino en su mano, si era merlot o caberbet, y ante su sorpresa, la respuesta fue inmediata.

Una mezcla de preguntas y respuestas que se acumulaban, sin un orden lógico aparecían inconexos mensajes que lo obligaban a esforzarse por entender lo que leía.

Ella le propone encontrarse en algún sitio, que sea equidistante para los dos, él asustado le dice que cuadra algunas cosas y que la llama al celular.

Él observa una pelicula y chatea, ella pregunta el número del celular, él le responde.

Ella dice que es mejor ir al grano con prudencia, él queda perplejo, no sabe que decirle.

Vuelve a mirar la foto.

Ahora se detalla en sus manos en su rostro y en el cigarrillo que lleva en la mano derecha, la forma en que lo toma con los dedos y le gusta el color de la blusa, ese azul ceruleo es de sus favoritos.

Le gusta su cabello liso y los aretes que lleva puestos, pero los jeans desteñido le fascinan más.

Ella habla de lo complicado que es enamorarse, él no le alcanza a responder que cree que el amor dura tres años, porque ella tiene que salir a hacer unas vueltas.

Él merodea por su apartamento, la distancia entre los lugares de vivienda es grande, asi que no puede salir corriendo a conocerla como le gustaría.

El timbre del celular lo saca de sus pensamientos.

Él responde y al otro lado de la línea está ella.

La firmeza de su voz y el tono en el que dice su nombre le agrada.

Hablan como si ya se conocieran, comentan cosas, él quiere verla, pero aún no ha entregado el material y se acelera.

Quiere decirle que va para dónde ella diga, pero no llegan a recoger el papel.

Asi que decide dejar en la portería el papel y correr a su encuentro.
La llama y ella pone el lugar. Un cafecito para hablar y tomar una cerveza, dice ella.
Los sitios abiertos de la ciudad un día festivo son pocos, asi que deciden encontrarse en un parque.

El le dice que lleva su camisa favorita que es de color azul, ella que va a pensar que ponerse.

Él llega rápido y se ubica en un banco de cemento, observa con ansiedad para todos lados, mira por las cuatro esquinas, no sabe por cuál de ellas aparecerá. Camina en circulos y enciende un cigarrillo, observa unos niños que juegan con un perro y ve a las parejas sentadas en el cesped.

Ella aparece por una esquina, trae un jean y una camisa blanca, su cabello suelto y unos aretes distintos, se saludan como si llevaran años viéndose y caminan cogidos de la mano. Buscan un lugar donde tomar algo, pero deciden comprar una botella de vino y con vasos desechables la beben en el parque.

Rien y juegan como dos jóvenes, que han encontrado el primer amor. Tomados de la mano recorren el parque y en el lago se sientan y se besan, por primera vez. No se quieren separar.

Ella le dice que tiene frio, él la toma en sus brazos y le besa el cuello, ella se levanta y le pide que la siga, él camina a su lado, llegan a un supermercado, toman una botella de vino y un queso, ella le pide que esa noche no se vaya que esté con ella.

Él desde esa noche la tiene grabada en la piel.

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