El monólogo suele ser de una sinceridad terminante. No hay interlocutor con quien medirse. El diálogo suele ser de una cómplice sinceridad: en el mejor de los casos es tu palabra junto a la mia. Pero más allá del diálogo aparece ya el espectador y el testigo. La sinceridad se ha hecho imposible. Más allá del diálogo empieza la representación. Rafael Argullol

jueves, 7 de enero de 2010

Vacío

Autoretrato en Sutamarchan

Darío salió de prisa, no quería estar allí. Sus palabras lo hirieron y él tan solo pensó en huir, el vacío que sentía en su pecho lo dejó sin poder modular palabras. A duras penas alcanzó a decir, hasta luego…salió y deambuló por las calles…, sin rumbo…, sin destino…, sin esperanzas… Pensó en devolverse y explicarle todo, pero eso ya era muy tarde, esas palabras fueron puñales en su pecho. Darío tiró su celular contra una pared y lo pisoteó, no quería volver a saber de nadie, en ese momento entendió que estaba solo, completamente sólo en una ciudad desierta y sin un amigo o un hombro donde descansar.

Caminó y su mente trajo las imágenes de los momentos felices que hasta la noche anterior habían tenido, se negaba a seguir teniendo y sintiendo el malestar que lo embargaba, caminaba y las calles se hacían más anchas y solitarias, no veía a la gente, en el fondo le importaba que existieran o no.

Sin números a quien llamar y sin nadie con quien hablar, decidió entrar a un café Internet en el centro de la ciudad, por los lados del Colombo americano encontró uno, allí comenzó a escribir, sentía una necesidad grande de hacerlo, pues la escritura, sus crónicas y sus cuentos le habían traído una nueva decepción. Esta decepción no era literaria como las anteriores, esta vez la decepción se la había dado la mujer que amaba.

Escribió horas y chateó tratando de evadir el dolor que le carcomía el pecho, pero todos los intentos fueron en vano, ella seguía allí en sus pensamientos, el dolor que le ocasionó, su actitud y sus palabras lo había devastado, ya no sentía deseos de nada y esperaba tan solo poder dejarle al tiempo, la cicatrización de las heridas.

Se preguntaba que era lo que había hecho mal, que era lo que en verdad quería, sabía que no podía seguir así y la música que oía lo perturba más, recordó todo lo que había dejado atrás por conservar a esa mujer, por seguir a su lado, por poder amar a alguien que hacía mucho tiempo lo había dejado de amar.

Darío camina sin rumbo tal vez esperando encontrar en cualquier esquina de Medellín el amor que un día se le extravió.

http://www.youtube.com/watch?v=2gkVyPT3arw

1 comentario:

Anónimo dijo...

si se habrá encontrado después desencartado?